La mujer de la Biblia
Cómo tratar a quien te desprecia
Si hay algo que no podemos evitar, es encontrarnos con personas que tienen este tipo de actitud y conducta. Esto se da en cualquier ámbito y espacio social que frecuentemos a lo largo de la vida, siempre vamos a estar expuestas a vivir diferentes tipos de situaciones y a tratar con personas de temperamento difícil.
El sentirse despreciada por cualquier individuo, se entiende que no es nada agradable, de hecho esta emoción puede generar aflicción, a veces el desprecio es tan silencioso que con una simple actitud, puede ocasionar un profundo dolor, más que palabras hirientes, y que detrás del desprecio y la humillación hay una mente caída, con malas intenciones.
Cuando leemos las escrituras y estudiamos la vida de Jesús y su andar en la tierra, entendemos que Él es el claro ejemplo y el modelo perfecto a seguir, en cuanto a carácter y autoridad.
Jesús no solo nos enseña y nos muestra su «Carácter Santo» sino que también nos manda a vivir de la misma manera que Él vivió, manso y humilde de corazón.
Jesús mismo fue participe de muchas situaciones de desprecio y humillación, y en cada una de ellas mostró sabiduría y representó cada característica del fruto del Espíritu Santo, las cuales son amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, también exhortó, corrigió la deficiencia, reprendió y enseñó con toda autoridad (S. Juan 8:47, 8:7, 8:14, 8:24) poniéndose como ejemplo, siendo justo e irreprensible (S. Juan 8:16, S. Juan 8:26, 18:23, 18:38)
Es evidente que aquellas personas, que viven bajo los deseos de la carne y se empeñan en lastimar y herir, no viven felices y conformes, al contrario, acarrean amargura, tristeza, dolor, rencor, envidia, orgullo y son esclavos del pecado, por lo que debemos con más diligencia estar atentas a la Palabra de Dios, no sea que queriendo pagar de la misma manera caigamos (Santiago 1:19 , 3:16, Rom 12:3)
Jesús nuevamente nos enseña cómo debemos tratar a aquellas personas.
«Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos» (Lucas 6:27-31). 1 Pedro 3:9 dice, «No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición» Prov 25:21-22 «Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, y si tuviere sed, dale de beber agua; porque ascuas amontonarás sobre su cabeza, y Jehová te lo pagará».
Al hacer tales cosas se cumple la ley moral, y se resume en los dos primeros mandamientos que son «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y amarás a tu prójimo como a ti mismo».
De manera que todo lo que hacemos y decimos debe representar el carácter de Cristo, así como Cristo un día vino como hombre a representarnos y vivió conforme a la Palabra de Dios, con total sujeción y humildad.