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LA MUJER QUE PERDIÓ SU MONEDA DE PLATA
 

Lucas 15:8-10


La clave de las tres incomparables parábolas que Jesús cuenta en este capítulo se en cuentra al principio: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos» (15:2). Mientras que los personajes que él presenta son representativos al igual que metafóricos, sin dudas que al contar estas parábolas él recordó casos reales que conoció mientras vivió su vida durante treinta años en el hogar de Nazaret. En más de una ocasión vio a regresar de su búsqueda a un pastor feliz, aunque cansado, cargando la oveja perdida en su hombro. Tal vez recordó el día en que su pobre madre perdió una preciosa moneda de plata en la casa y el alivio que sintió al recuperarla. Luego aparece el apurado joven feliz que quería disfrutar la vida y cuya conducta pródiga era muy bien conocida en la ciudad. Así, de la vida real, Jesús tomó a estos tres personajes y los vistió en la atractiva forma de una parábola.


En cada parábola es común la idea de alguien o algo perdido pero cuya recuperación trae mucho gozo. ¡Cuánto deben haber apreciado las mujeres que estaban entre los oyentes de nuestro Señor esta parábola acerca de una de su mismo sexo que al tener que vivir frugalmente y economizando el dinero para mantener el hogar, estuviera tan preocupada por encontrar la moneda perdida! También entendería sus emociones cuando al encontrar la pieza de plata llamó a sus amigas para que se alegraran con ella y de la misma manera entenderían la aplicación que nuestro Señor hizo de la historia, que él tenía todo el derecho de pedirnos que nos regocijemos con él y con los ángeles por las almas que se arrepienten de su pecado y se reconcilian con Dios. A diferencia del pastor y del hijo pródigo, lo que la mujer perdió lo perdió en el hogar.


¿Acaso no hay muchos que viven en hogares cristianos o que buscan adorar y servir a Cristo en una iglesia cristiana y que están perdidos? Aquellos más cerca de nosotros tienen corazones destituidos de la gracia.
Tal vez no sean tan notablemente pecadores ni degradados como el hijo pródigo, no obstante, están igual de perdidos y necesitan que los recupere el mismo Salvador que vino a buscar y salvar a los perdidos. Además, la mujer encontró su moneda y cómo se complace Dios en usar a mujeres consagradas para rescatar a aquello que las rodean y que perecen en su pecado.

Esta es una colaboración del ministerio de mujeres «Arraigadas En Su Verdad». Escrito por: -Hebert Lockyer.


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