La mujer de la Biblia
Las mujeres de la Biblia
Vida y Época
RAJAB
LA MUJER A QUIEN DIOS SACÓ DEL BASURERO
Postulado 2
Su sacrificio
Cuando Rajab escondió a los espías, puso a los que los buscaban sobre una pista falsa, ayudó a los espías a escapar y escurrirse entre las sombras de la noche, y a esconderse hasta que pudieran llegar a Josué con su informe. Ella puso en juego su propia vida y no podemos sino admirar el valor y disposición a arriesgar su pellejo. Si hubieran descubierto aquellos espías escondidos en su casa, ella habría muerto en manos del rey de Jericó. Sin embargo, con una actitud calmada, y sin el menor indicio de agitación interior recibió a los perseguidores y tuvo éxito en ponerlos sobre una pista falsa. Con estos actos, Rajab estaba realmente traicionando a su país, y por una traición así habría recibido una muerte segura si la hubieran descubierto. Esconder espías era un crimen cuya condena era la muerte. Al ver los rostros llenos de miedo de los espías, Rajab reconfortó sus corazones pues estaba de su parte, y a pesar del sacrificio que esto implicaba, dijo: «Yo no los traicionaré. Siganme». Según la ley militar los espías estaban propensos a la muerte inmediata debido a la amenaza de guerra, y Rajab, dispuesta a hacer cualquier cosa a su alcance para proteger a los enemigos de su nación, enfrentaba un final igualmente terrible. ¡Qué gloriosamente atrevida era su fe y qué ricamente recompensada fue por su disposición a sacrificar su vida por una causa que ella sabía era de Dios!
Su señal
Cuando Rajab se ofreció para albergar a los espías y ayudarlos a escapar, recibió de ellos la promesa de que cuando vinieran otra vez a su país, junto con Josué y su ejército, a ella y su familia se les perdonaría la vida. Aunque su pecado posiblemente la había separado de los seres queridos, ella se preocupaba por su seguridad tanto como por la suya propia. Rajab quería que la bondad que ella había mostrado a los espías le fuera reciprocada y ellos le aseguraron que «seremos bondadosos contigo y cumpliremos nuestra promesa». Los espías dijeron: «¡Juramos por nuestra vida que la de ustedes no correrá peligro!». Entonces acordaron la señal del cordón rojo, su propio medio de escape. «Que sea tal como ustedes han dicho», dijo Rajab mientras bajaba a los espías por la muralla, y amarrando la cuerda escarlata, esperó por su propia salvación. Aquella señal roja en la ventana fue asimismo una señal para el mundo exterior de que Rajab creía en el triunfo final de Jehová.
Se ha dicho mucho acerca del engaño de Rajab cuando se enfrentó al rey de Jerico. Ella dijo una mentira y la Escritura prohíbe cualquier mentira o que «hagamos lo malo para que venga lo bueno» (Romanos 3:7, 8). Pero bajo las reglas de la guerra, a Rajab no se le debe culpar por proteger a aquellas fuerzas de la justicia que peleaban contra las fuerzas del mal. Lo que la Biblia elogia no es su engaño, sino la fe que fue la motivación principal de su conducta. El rasgo característico del cordón rojo era que esta tenía que ser colocada por fuera de la ventana para que Josué y sus hombres lo vieran. Los de adentro no vieron la señal de seguridad. Así como esa cuerda escarlata, por su color y por ser símbolo de seguridad, habla del sacrificio de Cristo (Hebreos 9:19,22), el fundamento de nuestra seguridad de salvación no es la experiencia ni los sentimientos internos, sino la señal exterior. Como los israelitas, Rajab y sus familiares es posible que no se hubieran sentido seguros dentro de la casa, pero prevaleció la misma promesa: «veré la sangre y pasaré de vosotros» (Éxodo 12:13).
Su salvación
Jericó era la peor de las ciudades de los amorreos, así que Dios ordenó a Josué que destruyera tanto a la ciudad como a sus habitantes. Por decreto divino, iba a ser destinada a una perpetua desolación. Cuando Josué entró a la ciudad ejecutó el mandamiento divino, pero respetó la promesa que los espías le hicieron a Rajab. Bajo la protección de la cuerda roja, a Rajab y todos sus parientes los sacaron de la casa. Los espías llegaron a su casa, no para satisfacerse en pecado con Rajab, sino para preparar el camino para que Josué tomara a Jericó. Ella salvo a los espías no por lástima humana, o por conveniencia, sino porque ella sabía que eran siervos del Señor. A cambio, la salvaron a ella. Los espías que había ocultado la sacaron a ella, su padre, su madre, sus hermanos y todo lo que ella tenía fuera de su casa que estaba condenada a la destrucción, y los pusieron a salvo fuera del campamento de Israel (Josué 6:17-25). Al sacarla de una ciudad condenada y de sus propios pecados que eran rojos como la escarlata, Rajab se convierta en una ilustración apropiada de otro milagro de la gracia divina: el llamamiento de su iglesia en medio de un mundo gentil y ateo.
Su estatus
Las tres referencias de Rajab que encontramos en el Nuevo Testamento revelan cómo ella se convirtió en una fiel seguidora del Señor. La tomaron de la pocilga y la colocaron entre los santos en la genealogía del Salvador (Mateo 1:5). Su extraordinaria fe era una fe santificadora que la llevó hacia una vida pura y una profesión honorable. Como resultado de su matrimonio con Salmón, uno de los dos espías a quienes había salvado, y que «le pagó la vida que le debía con un amor que era honroso y verdadero», Rajab llegó a ser una de las antepasadas en la línea real de la cual vino Jesús como el Salvador de las almas perdidas. «La pobre Rajab, la mugrienta, la prostituida, vino a ser el manantial del río del Agua de Vida que fluye del trono de Dios y del Cordero». Su nombre se santificó y ennobleció, y es digna de incluirse entre muchos santos.
Pablo elogia grandemente a Rajab por su enérgica fe y le otorga un lugar en el ilustre listado del Antiguo Testamento de aquellos que triunfaron por fe. «Por la fe la prostituta Rajab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías» (Hebreos 11:31). Qué toque tan sugerente es la frase «en paz». No solo hubo fe en su corazón de que Dios saldría victorioso, sino también una paz confiada cuando escondió a los espías que se encargarían de liberarla de la destrucción. Ella sabía lo que era descansar en fe. De hecho, Rajab es la única mujer además de Sara que se menciona como ejemplo de fe en la gran nube de testigos. Qué tremenda manifestación de la gracia divina es encontrar, a la que en otro tiempo fue prostituta clasificada, a la par de santos como Enoc, Noé, Abraham, José, Moisés y David.
El apóstol Santiago añade al informe de Pablo sobre Rajab que fue justificada por la fe, que de igual manera fue declarada justa por las obras (2:25), y no hay contradicción entre esos dos aspectos porque los hechos valerosos de Rajab no fueron sino fe en acción. La fe había producido en ella un cambio de vida y corazón, y de la misma manera la posibilitó escudar a los espías como lo hizo con la confianza de que Dios triunfaría sobre sus enemigos. Ella demostró su fe por su valeroso acto, y así Santiago cita a Rajab como un ejemplo de la justificación evidenciada por las obras. Como dice Fausset:
La justificación solo por fe, como Pablo la presenta, significa una fe no muerta, sino que obra por amor (Gálatas 5:6). Una vez más, el acto de Rajab no puede probar la justificación por obras como tal, pues ella era una mujer de mal carácter. Pero no hay otro ejemplo de gracia más apropiado -justificada a través de una fe operativa en vez de una mera fe verbal- que la «prostituta salvada». Ella creyó lo que sus compatriotas no creyeron, y actuó en concordancia; y todo esto ante la improbabilidad de que una fuerza nada preparada para la guerra conquistaría a un ejército bien armado y mucho más numeroso. Ella creyó con su corazón (Romanos 10:9, 10), confesó con su boca, y actuó de acuerdo con su profesión arriesgando su propia vida.
En conclusión, ¿cuáles son las lecciones que debemos reunir de la prostituta a la que Dios usó para llevar a cabo su propósito? En primer lugar, el cambio en la vida y corazón de Rajab nos recuerda que, «su sangre puede limpiar al más vil», y que «su sangre es efectiva para mí». ¿No fue acaso una maravillosa condescendencia de parte del Redentor cuando se manifestó en carne para tomar una raíz tan humilde como la pobre y despreciada Rajab para magnificar su abundante gracia para todos los pecadores? Bien valió la pena salvar a Rajab de su mala vida, tanto por su propio bien como por el lugar que ocupaba en el plan de Dios. Las otras mujeres de Jericó no veían ninguna belleza en Rajab como para desear su compañía, pero mediante la fe ella se convirtió en una de las heroínas de Dios, y está incluida entre las prostitutas que entrarán al reino de Dios antes que los que se autoproclaman justos. Los pecados de Rajab servían como la escarlata, pero la cuerda roja que permitió la liberación de los espías y permaneció como un símbolo de su seguridad, tipificaba la sangre roja de Jesús a través de la cual los peores pecadores pueden ser salvos del pecado y el infierno (Mateo 21:31, 32). Mientras que la puerta de la misericordia permanezca entreabierta, el pecador más vil puede regresar y conocer lo que es ser salvo y seguro.
Otra lección que podemos extraer de Rajab la ramera es el profundo interés que tenía por la salvación de los otros. Con la amenaza de muerte y destrucción cerniéndose sobre Jericó, Rajab obtuvo de los espías de Josué la promesa de no solo salvarla a ella, sino también a todos los que humanamente estaban emparentados con ella. Aunque su vida de pecado y vergüenza la habían indispuesto con la familia, en su petición de protección no se interesó en la seguridad de solo su persona. Ella deseaba que todos sus seres queridos compartieran su preservación. Qué vena de oro fue esa en una personalidad tan despreciable. No se nos dice cuándo ocurrió el poderoso cambio en la vida de Rajab y ella se transformó de ramera en una adoradora de Jehová. Al recibir y esconder a los espías, su tributo a la omnipotencia de Dios y su seguro triunfo sobre los enemigos, revela una perspicacia espiritual que Dios le concede a todo aquel que cree. Y una vez restaurada a honra y santidad, la prostituta redimida ruega por sus padres, hermanos y hermanas. ¿Hacemos nosotros de la oración de Rajab por la salvación de su familia, el grito por nuestros hogares? ¿Hacemos nuestra la misma súplica apasionada por todos nuestros seres queridos para que cuando la muerte llegue los encuentre refugiados por la sangre expiatoria del Redentor? Cuando el sol se oculte en la tarde, ¿estarán nuestros seres queridos como estrellas en nuestra corona? Rajab es también un nombre poético y simbólico para referirse a Egipto (Salmo 87:4; 89:10; 51:9).